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Homosexualidad, una categoría en crisis (*)

David Halperin

Traducción: Carlos Bonfil.

El término "homosexualidad" se imprime por primera vez en alemán Homosexualität en 1869. Lo acuña un oscuro escritor y traductor austro-húngaro, Karl Maria Kertbeny, nacido en Viena el 24 de febrero de 1824 y fallecido el 23 de enero de 1882. La familia de Kertbeny provenía de Baviera, hoy tierra alemana, y su nombre era, originalmente, Benkert, pero él pasó su juventud en Budapest, donde volvió húngaro su apellido, aunque siguió escribiendo en alemán.

Kertbeny pretende (de modo además poco convincente) ser "sexualmente normal". Sin embargo, participa en una campaña para convencer a la Federación de Alemania del Norte (una reciente reunión de Estados antes independientes, dirigida por Prusia), de que abandone el artículo 143 del Código penal prusiano, que considera como criminales las relaciones sexuales entre varones. En 1869, Kertbeny publica entonces, en Leipzig, con algunos meses de intervalo, dos folletos anónimos que se vuelven cartas abiertas al ministro prusiano de la Justicia; es en estos dos textos donde el término "homosexualidad" hace su ingreso a la historia.

Kertbeny afirma que un buen número de grandes hombres han sido homosexuales, que se trata de una condición innata, no adquirida, y que por ello es absurdo criminalizarla. Sus esfuerzos son infructuosos: el nuevo Código penal de la Federación de Alemania del Norte conserva la vieja ley prusiana en su artículo 152, que será luego incorporado, en 1871, al nuevo Código del Imperio alemán en su famoso artículo 175, el cual volverá criminales las "obscenidades contra natura" entre hombres. La ley permanecerá en vigor durante los siguientes cien años, será reforzada por los nazis en 1935, y la conservará Alemania occidental después de la guerra, para ser modificada en 1969, aunque no suprimida hasta 1994, cuando una segunda reunificación del Estado alemán conduce a otra reforma legal.

La palabra "homosexual" es así, en su origen, una invención de militante pro-gay. No conserva por mucho tiempo ese carácter, aun cuando le tome todavía cierto tiempo ingresar a las diferentes lenguas de Europa. El término mismo habría quedado completamente olvidado sin la ayuda del zoólogo Gustav Jaeger, quien parece haber permitido que su amigo Kertneby escribiera en lugar suyo un capítulo de la segunda edición de su obra Entdeckung der Seele (Descubrimiento del alma), publicado en 1880. Es ahí, en todo caso, donde la palabra "homosexualidad" aparece de nuevo, y es ahí donde la descubre el gran sexólogo Richard von Krafft-Ebbing. A su vez Krafft-Ebing se apropia del término en 1887 en la segunda edición de su monumental enciclopedia de las desviaciones sexuales, la Psycopathia sexualis, y la emplea cada vez con mayor frecuencia y libertad en las ediciones siguientes. El término adquiere así sus connotaciones médicas y médico-legales, y deja de ser una afirmación pro-gay para volverse una designación clínica.

Un término "germánico y pedante"

"Homosexualidad" aparece en los escritos de los sexólogos y psiquiatras de finales del siglo diecinueve y principios del veinte, entre otros, Sigmund Freud, y también en los escritos de los primeros militantes homosexuales, aunque su difusión sólo comienza en realidad en Europa a partir del caso Eulenburg, un escándalo homosexual en la corte del emperador de Alemania entre 1907 y 1909. Los periódicos franceses, hostiles a Alemania y a su corte, y deseosos de dar publicidad a los detalles del escándalo, requieren sin embargo de un término con suficiente barniz científico y clínico para imprimirlo sin perturbar las convenciones: toman entonces el término alemán y lo importan directamente al francés. Se le encuentra ya en el Larousse mensuel illustré, de diciembre de 1907. Al año siguiente, 1908, aparecen las obras de Henri de Weindel y F.P. Fischer, L'homosexualité en Allemagne, étude documentaire et anecdotique (La homosexualidad en Alemania, estudio documental y anecdótico), y de John Grand-Carteret, Derrière "Lui". L'Homosexualité en Allemagne (Detrás de "Él". La Homosexualidad en Alemania). Y contra este empleo cada vez más frecuente del término, Proust pretende reaccionar cuando en un esbozo de 1909 de En busca del tiempo perdido, se lamenta de no ser Balzac y no poder permitirse la única palabra que convendría, "tía" o "loca", ya que ahora tiene que conformarse con "invertido". Rechaza en efecto el término de homosexual, que es, afirma, "demasiado germánico y pedante, y que sólo apareció en Francia --salvo error--, y traducido de los periódicos berlineses, a raíz del proceso Eulenbourg".

¿Pero qué significa entonces esta palabra? "Homosexualidad" (formada a partir del prefijo griego homo, mismo, y sexus, vocablo latino para sexo), designa en un principio un deseo sexual orientado hacia personas del mismo sexo. No se inscribe sin embargo, en un inicio, dentro del sistema binario de clasificación como polo opuesto de "heterosexualidad". En el borrador de una carta de mayo 1868, por ejemplo, Kertneby señala que los adjetivos "homosexual" y "heterosexual" son simplemente dos de los cuatro términos que él ha inventado para hacer la cartografía exhaustiva del conjunto de elecciones de objetos sexuales en el hombre, tal y como él las concibe. En los folletos publicados en 1869, sin embargo, no emplea para nada "heterosexual", y utiliza más bien, como oposición a "homosexual", la expresión "normosexual" (normalsexual, en alemán). Consecuentemente, el sentido del término "heterosexual" es móvil: puede incluso en ocasiones designar una perversión sexual y ser definido, todavía en 1923, por el diccionario Webster como un término médico para describir "una pasión sexual mórbida hacia una persona del sexo opuesto". No es sino hasta 1934, en la segunda edición completa del mismo Webster, que la heterosexualidad termina por instalarse como el término opuesto a la homosexualidad, y también como la designación de una orientación, de una elección de objeto, de una psicología y de un deseo sexual normales. Es así como, gracias a la consolidación previa del sentido de "homosexualidad", la definición de "heterosexualidad" logra al fin estabilizarse. Esto demuestra la dependencia histórica y conceptual de "heterosexualidad" con respecto a "homosexualidad".

Una palabra para todos

A diferencia de otros términos de finales del siglo diecinueve utilizados para describir el deseo o las contactos sexuales entre personas del mismo sexo, términos como "sentimiento sexual contrario", "inversión sexual", "uranismo", y "tercer sexo", la palabra "homosexualidad" no se inventó con el propósito de interpretar el fenómeno que describe, o para adjuntarle una teoría médica o psicológica particular. Tal vez ése sea el secreto de su buena fortuna: a diversos autores, con ideas muy diferentes sobre el sexo y el género, el término les parece fácilmente adaptable a sus propios objetivos ideológicos. Esto permite también explicar por qué la palabra "homosexualidad", cuya existencia inicia en calidad de término puramente descriptivo, como categoría conceptualmente vacía, ha podido absorber tan rápidamente toda una gama de nociones particulares provenientes de las teorías de aquellos que la utilizaban. Es así como la sola palabra llega a condensar toda una variedad de ideas conflictivas acerca del deseo sexual por el mismo sexo. Es esta gran variedad de significaciones posibles la que conduce a hacer de la palabra "homosexual" un término tan ambiguo, tan vigoroso y tan omnipresente en nuestros días. Por esta razón importa menos insistir en alguna definición de la "homosexualidad", que analizar la incoherencia conceptual inherente lo mismo al término que a la categoría. El concepto moderno de "homosexualidad" se distingue porque combina al menos tres conceptos diferentes.

1 Una noción psiquiátrica, derivada de la medicina del siglo diecinueve, de orientación pervertida o patológica, es decir, un concepto esencialmente psicológico que se aplica a la vida interior de un individuo y que no implica forzosamente relaciones sexuales.

2 Una noción psicoanalítica de elección de objeto sexual o de deseo dirigido hacia el mismo sexo, noción derivada de Freud y sus alumnos, es decir, una categoría de intencionalidad erótica que no implica necesariamente la existencia de una orientación sexual permanente, sin hablar siquiera de una orientación desviada o patológica (ya que, según Freud, la mayoría de las personas normales hacen una elección de objeto homosexual en un momento ú otro de su vida fantasmática).

3 Una noción sociológica de comportamiento sexual desviado, producto de encuestas sobre "problemas sociales" en los siglos diecinueve y veinte, es decir, una noción que coloca el acento sobre la práctica sexual anormal, y que no supone necesariamente una psicología erótica o una orientación sexual (debido a que las relaciones sexuales con una persona del mismo sexo, tal como las entiende por ejemplo Kinsey, no las practican exclusivamente aquellos con una orientación homosexual, y tampoco son patológicas, en la medida en que se encuentran ampliamente extendidas en la población).

De este modo, ni la noción de orientación, ni la de elección de objeto, ni la de relaciones sexuales, son suficientes para determinar la definición moderna de "homosexualidad", la cual parece más bien depender de una conjunción inestable de estas tres nociones. "homosexualidad" es a la vez una condición psicológica, un deseo erótico y una práctica sexual. Y son sin embargo tres cosas diferentes. Una misma persona puede sostener al mismo tiempo estas tres concepciones, según combinaciones variables y acentuaciones diferentes. Ninguna de las tres nociones puede alcanzar una supremacía suficiente sobre las demás como para destruir su plausibilidad y eliminar su seducción de una vez por todas. De ahí el estado de crisis conceptual que hoy rodea a la noción de homosexualidad.

¿Activo o pasivo?

A la homosexualidad puede concebírsele a la vez en términos universalizadores y en términos minorizadores. A veces, en efecto, se puede comprender la homosexualidad como algo que representa un elemento potencial o real de la experiencia de cada quien, sea cual fuere su orientación sexual (es el modelo universalizador), mientras el resto del tiempo la homosexualidad puede considerarse como un rasgo distintivo que caracteriza únicamente a una minoría de individuos homosexuales (modelo minorizador). La relación entre la identidad sexual y la identidad de género se enmaraña de la misma forma. En ocasiones la homosexualidad aparece como la extensión lógica y la intensificación de una identidad de género dada; según esta perspectiva, son las mujeres más femeninas las que más estrechamente se identifican con otras mujeres y con su propio género, y ellas son las lesbianas, mientras que los hombres gays encarnarían los valores de masculinidad patriarcal y supremacía fálica. Pero otras veces, la homosexualidad aparece como una traición a la identidad de género. Según esta segunda perspectiva, la verdadera lesbiana es un "cabrón" exageradamente masculino, en tanto el gay típico sería afeminado --una loca, un maricón, una tía.

Al mismo tiempo que absorben las nociones anteriores de sexo y de género, el término y el concepto de "homosexualidad" reorganizan las clasificaciones sexuales precedentes, y las formas anteriores de pensar los contactos sexuales con el mismo sexo. Durante milenios, las culturas europeas, que habían comprendido bien la existencia de diferentes clases de amor, entre las que había que contar el amor por el mismo sexo, no distinguen ni conceptúan sistemáticamente como tales a las relaciones entre personas del mismo sexo. En numerosas sociedades premodernas, la cuestión de saber si las personas involucradas en un acto sexual son del mismo sexo o de sexo diferente, es menos importante que saber si estos actos sexuales se ajustan o no a los preceptos religiosos o a las normas prescritas a los diversos agentes sexuales en función de su género, su edad, y su condición social. De modo particular, a menudo se piensan los actos sexuales en términos de una jerarquía de los roles sexuales, según la cual el participante "activo" manifiesta al penetrar al compañero o compañera sexualmente receptivo o "pasivo", la autoridad, el poder y la preeminencia masculina --¡aun cuando el activo sea una mujer! El gesto asimétrico de la penetración sexual (o fálica) organiza el acto sexual en torno a una polaridad de los roles activo y pasivo, produciendo así una serie de distinciones entre las parejas sexuales en términos de género, poder, penetración, actividad/pasividad, y status social.

Sodomía e inversión

Ahí donde la simetría, la polaridad y la jerarquía se encuentran tan marcadas, no existe lugar para la noción de "homosexualidad", y es que dicha noción define de la misma forma a los dos participantes de la relación sexual, sin tomar en cuenta su rol en el acto sexual, su condición social o su estilo masculino o femenino. Es precisamente una borradura semejante de los roles y de las categorías, lo que rechazan las nociones europeas tradicionales. Así, los discursos anteriores sobre el sexo consideran las relaciones sexuales con el mismo sexo, ya sea desde el punto de vista del participante cuyo rol sexual se ajusta a su género y a su status social, o desde el punto de vista del participante cuyo rol sexual contraviene a su género y a su condición social. Los discursos sobre la pederastia son típicos de la primera perspectiva; los discursos sobre la inversión son típicos de la segunda.

En la pederastia o en la sodomía, la búsqueda sexual de los adolescentes se contempla desde el punto de vista del participante de mayor edad, ya que es él quien se supone debe ser el sujeto de la experiencia erótica en el marco de la relación. La pareja más joven ingresa a la escena erótica como el objeto del deseo de su enamorado mayor, y no como un sujeto erótico por derecho propio. Por ejemplo, los italianos de los siglos catorce y quince aplican los términos de "sodomía" y "sodomita" únicamente al participante "activo" en las relaciones sodomitas. Y aunque el amor, la intimidad y la ternura no están necesariamente ausentes de la relación, la distribución de la pasión erótica y del placer sexual cae bajo el supuesto de ser más o menos desigual. El compañero pasivo no siente un deseo comparable al de su amante y debe ser motivado con regalos, dinero, halagos o amenazas. En tanto experiencias eróticas, la pederastia y la sodomía no se refieren únicamente al compañero "activo". Aunque las sociedades europeas hayan penalizado, a veces de modo salvaje, a la sodomía, tendían a considerar a los participantes masculinos "activos" sólo como seres moralmente depravados, y no tanto como personas de una especie anormal y diferente.

Por el contrario, a la inversión se le considera una anormalidad, y al invertido una persona de una especie anormal. Lo que yo llamo inversión --aun cuando no es la palabra que era utilizada en Grecia o en Roma-- se refiere a todos aquellos que revierten, o "invierten", sus roles asignados, adoptando roles, identidades o estilos personales asociados con el sexo opuesto. El deseo de ser penetrado, asociado con los modales femeninos, de parte de un hombre, o un deseo sexual agresivo y una voluntad de penetrar asociados con rasgos masculinos, de parte de una mujer, todo esto se considera como signo de inversión. Un "pasivo" a quien no hay necesidad de ofrecer regalos o dinero, y que busca él mismo a los "activos", es considerado como un ser de una especie diferente, un invertido. Entre los términos premodernos para invertido(a), se puede mencionar "catamita" y "pática" para los hombres, y "tríbada" para las mujeres, ya que el término "inversión" sólo aparece a finales del siglo XIX.

A partir de esto ya es posible captar con más precisión la originalidad del término "homosexualidad" en tanto categoría y concepto. Los discursos anteriores, ya sea los de la sodomía o los de la inversión, sólo remiten a uno de los participantes --a los "activos" en el primer caso, al hombre afeminado y a la mujer masculina en el otro. El compañero que no se ve motivado por el deseo sexual en el primer caso, no merece ser incluido en la categoría de la sodomía, y al que no es desviado con respecto al género en el segundo caso, no merece ser incluido en la de la inversión. La "homosexualidad", en cambio, se aplica a las dos personas, ya sean activos o pasivos, normales o desviados en relación con el género. La particularidad del término "homosexualidad" radica en que no establece distinciones entre los participantes del mismo sexo y no los jerarquiza tratando a uno de ellos como más (o menos) homosexual que el otro. Se puede considerar a Kinsey como representante de esta visión moderna. Al rechazar la tendencia de ciertos hombres a definir su propia identidad sexual de acuerdo con un modelo que insiste en los roles, es decir, un modelo pre-homosexual según el cual éstos pueden considerarse "normales" cuando se dejan mamar por otros hombres sin jamás hacerlo ellos. Kinsey escribe que todos los "contactos físicos con otros hombres" que culminan en el orgasmo son "rigurosamente... homosexuales". Según Kinsey, poco importa quién mama a quien.

Nuevos modelos de relación

De este modo, la homosexualidad --a la vez como concepto y como práctica social-- reorganiza y reinterpreta de modo significativo los modelos anteriores de estructuración erótica, y a partir de ahí llega a múltiples conclusiones importantes. Primeramente, con la emergencia de la homosexualidad, la significación del género y de los roles pierde importancia para categorizar los actos y a los agentes sexuales. Uno de los efectos del concepto "homosexualidad" consiste entonces en despojar a la elección de objeto sexual de toda conexión necesaria con el género. Esto hace posible considerar como homosexuales a mujeres y a hombres cuya presentación propia se ajuste a las normas del género. Pero no hay que sobrestimar los efectos de esta transformación conceptual, que no ha sido ni total ni absoluta. Son muchos quienes hoy, gays o no gays, siguen asociando la homosexualidad al afeminamiento del hombre o a la virilización de la mujer. A pesar del dominio de las categorías de homosexualidad y heterosexualidad, las mujeres "activas" y los hombres "pasivos", así como los hombres afeminados y las mujeres masculinas, son todavía considerados, de un modo u otro, como más homosexuales que las personas manifiestamente menos "desviadas" que además han hecho una elección de objeto homosexual. Podemos percibir aquí la fuerza con la que las antiguas categorías pre-homosexuales siguen operando en el universo conceptual más reciente de la homo y de la hetero-sexualidad. En ciertos contextos, todavía importa mucho saber quién es el que mama.

Uno de los efectos del modelo moderno de la homo/heterosexualidad ha sido pese a todo el de minimizar la significación taxonómica del género y del rol. La homosexualidad traduce las relaciones entre personas del mismo sexo en el registro del mismo y de la reciprocidad. Las relaciones homosexuales ya no implican necesariamente una asimetría de las identidades sociales o de las posiciones sexuales, y ya tampoco están inevitablemente articuladas en términos de jerarquía de edad, de género o de rol sexual (lo que, una vez más, no significa negar que tales jerarquías puedan hoy seguir funcionando de modo significativo en un contexto lésbico o gay). Las relaciones homosexuales dejan de estar estructuradas obligatoriamente a través de la polarización de identidades y de roles (activo-pasivo, penetrador-penetrado, masculino-femenino, hombre-muchacho). Un amor homosexual mutuo, romántico, exclusivo y constante con un compañero, se vuelve posible para los dos participantes. Las relaciones homosexuales no están únicamente organizadas según las recetas de instituciones sociales de gran alcance, como los sistemas de parentesco, las categorías de edad o los ritos de iniciación; funcionan más bien como principios de organización social independientes y producen instituciones sociales autónomas.

"Homosexualidad" funciona en lo sucesivo en oposición a la "heterosexualidad". La elección de objeto homosexual, como tal, se considera algo que instituye una diferencia respecto a la elección de objeto heterosexual. Homosexualidad y heterosexualidad se han vuelto formas más o menos mutuamente exclusivas del sujeto humano, especies diferentes de sexualidad, y todo sentimiento o expresión de un deseo heterosexual se concibe como excluyente de toda posibilidad de un deseo homosexual en el mismo individuo, y viceversa. La elección de objeto sexual desemboca en una noción de orientación sexual, de tal manera que al comportamiento sexual se le considera la expresión de un rasgo psico-sexual permanente y subyacente del individuo. De esto se desprende que a los individuos comúnmente se les asigna a una de estas dos especies sexuales, sobre la base de su elección de objeto y de su orientación.

La homosexualidad es así algo más que la elección de una persona del mismo sexo como objeto, e incluso algo más que una preferencia erótica consciente por el mismo sexo. La homosexualidad hace de la elección de objeto del mismo sexo un principio fundamental de diferenciación sexual y social. La homosexualidad forma parte de un nuevo dispositivo de la sexualidad, el cual funciona como una técnica de individualización: asigna a cada persona una orientación y una identidad sexual. De esta manera, la homosexualidad introduce un elemento nuevo en la organización social, en la articulación social de la diferencia humana, en la producción social del deseo, y finalmente en la construcción social del individuo en sí.


(*) Texto extraído del: Dictionnaire des cultures gays et lesbiennes (obra colectiva dirigida por Didier Eribon), Larousse, 2003, París.

Fuente: Suplemento Letra S, diario La Jornada. México, Noviembre 2004.http

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