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ENTREVISTA  A  HERNÁN  RONSINO

 Por Nora Martinez

 

Hernán Ronsino es escritor, profesor y sociólogo. Nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, en1975. Reside en Capital desde el año 1994. Acaba de publicar su primer libro de relatos  “Te vomitaré de mi boca” que fue presentado en la 29° Feria Internacional del Libro, el pasado viernes 2 de mayo. Disertó acerca de la creación literaria y de cómo las fantasías se plasman en una obra escrita.

“Te vomitaré de mi boca” obtuvo la Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes en el 2002.

Sus cuentos fueron publicados en diarios, revistas y antologías. Y premiados en distintos concursos nacionales: entre los cuales se destaca el Concurso Haroldo Conti para Jóvenes Narradores 2001.

 

Juan Martini escribió de este modo acerca de su obra:

“La obra de un escritor muestra a veces con luces firmes su

hallazgo fundamental, y a veces desliza sobre ese hallazgo un

manto sutil y lo vuelve invisible. Este segundo camino, me

parece, es el que elige Hernán Ronsino. La invención de una

lengua -esa empresa de alto voltaje poético que todo lo

sostiene- se oculta en este libro con la sabiduría y la

intuición de un narrador fuera de serie para que las historias

que se cuentan encuentren su verdadera dimensión y su

deslumbrante reverso sin que ningún artificio estilístico les

haga sombra.

Pero hay algo más. Ronsino -como los autores que cita

y los que calla- también sabe que una obra es la creación de

una geografía, de una historia, y de un puñado de personajes.

Una lengua se inventa para darle a estos elementos el estatuto

que merecen. Por eso en estos relatos de peripecias

cenicientas, turbias, casi rurales -encendidas por hombres,

mujeres o chicos que rozan la pesadumbre, la insignificancia o

el sueño pequeño de los débiles o de los miserables-, el

espacio intolerable y sagrado de la ciudad del interior del

país, ese bajo relieve casi sin nombre, crece con la

aspiración del mito”.

 

¿A QUIÉNES CONSIDERÁS TUS MAESTROS?

 Reconozco tres autores, que representan, de alguna manera, tres formas de narrar distintas, y que cada vez que leo esos libros me siento verdaderamente conmovido, y lo que me sucede no es solo una mera lectura o una simple emoción a causa de la lectura, sino lo que esas lecturas me provocan es una  revolución profunda y tan íntima, que uno llega a sentir, como Onetti decía de Faulkner: que uno al leer está escribiendo esos textos. Hablando de Onetti, es uno de ellos. Haroldo Conti es otro. Y Samuel Beckett, el tercero. Haroldo Conti me hizo reconciliar con una geografía perdida, quiero decir con el territorio natal. Onetti me dio una música, un ritmo narrativo y una forma, que viene, claro, de Faulkner, y que marcó fuertemente a una corriente narrativa, por ejemplo, argentina, que también admiro: como Saer, Andrés Rivera, Piglia, Miguel Briante o Juan Martini. Y Beckett me rompió las ventanas y las puertas de la imaginación; Beckett y toda la vanguardia de la década del 20, el surrealismo, básicamente, me patearon las puertas.

 

¿CÓMO FUERON LOS PASOS PARA LLEGAR AL LIBRO?

 Empecé a escribir en Buenos Aires. A los veinte años. Sin tener muy claro por qué o para qué escribía. Y creo que ahora puedo decir que empecé a escribir a partir del desarraigo. Irme del pueblo para estudiar en Buenos Aires supone un transito que no tiene retorno: como todos los grandes cambios. Pero eso, en un principio, no lo tenía claro; y cada vez que volvía al pueblo, volvía con la ilusión de encontrar aquello que había dejado antes de partir; pero eso que deseaba encontrar, más que deseo era, y sigue siendo, una alegría perdida, que se pierde cuando uno llega al pueblo y encuentra otra cosa: lo que encuentra no es lo mismo que uno suponía encontrar, y de este desencuentro, de esta falla entre la alegría del reencuentro y lo verdaderamente encontrado, nace mi literatura. No como una forma de reinventar o reconstruir lo perdido, sino como una forma de llenar el vacío de los desfasajes; como una forma de construir sentido.  Con respecto a este libro de cuentos: los cuentos se fueron escribiendo sin ser pensados como parte de un libro. De pronto me encontré frente a historias que se comunicaban entre sí, y tenían canales subterráneos que le daban a todas las historias una integración implícita. Y digo historias o relatos, porque no sé si son cuentos, en el sentido estricto de la palabra: quiero decir, no reproducen el mecanismo o no respetan las reglas del género, creo, sino que más bien buscan su propia forma.

 

¿CUÁL ES LA TEMÁTICA QUE ABORDÁS EN TUS ESCRITOS?

Justamente, lo que descubro en la totalidad de los relatos, esos canales subterráneos a los que me refería, son temas que disfrazados o no, aparecen en casi todos. Primero, lo que los hace hermanos, de alguna manera, a los textos, es el territorio, la misma geografía, el mismo pueblo. Las lecturas de Haroldo Conti y de Miguel Briante me marcaron mucho, precisamente por esto, porque me mostraban literatura hecha en mi propio paisaje; en el paisaje postergado y marginado; pero hay una diferencia, con toda la tradición que viene de Payró y Pago Chico que también trabaja sobre esa zona: Payró en Pago chico está mostrando la conformación de un pueblo desde la burguesía y la clase terrateniente. En cambio, Conti y mucho más Briante, pintan el entorno de los pueblos bonaerenses. Y hablan de “ los gringos doblemente marginados”. Pienso en Kincón, que es una novela fantástica, y en Los novios, por ejemplo, de Conti, que es un cuento bárbaro. Ahí en Los novios están pintados los fondos del pueblo, la zona de las quintas, el camino que lleva al cementerio o a la ruta: esa es la geografía que abunda en estos dos autores, porque es del margen y de los marginados de quienes están hablando. Briante, para dar otro ejemplo, en este sentido, tiene un libro de relatos que se llama Hombre en la orilla, y allí el paisaje, ese camino que lleva al río, que está rodeado por una particular vegetación, está marcando profundamente el tono de la narración y también de los sujetos.

Ahora bien, el país que condicionó a Payró para escribir Pago Chico, no es el mismo que condicionó ( y cuando hablo de condicionar, me refiero al tiempo histórico) a Conti y a Briante. Ni el país de Payró, ni el país de Conti y Briante existen más. A mí me interesa, por lo tanto, en esta línea literaria, investigar sobre estos pueblo pampeanos: qué significa vivir en estos pueblos, en estas pequeñas ciudades. Qué tipo de subjetividades se construyen. Qué significa no irse a Buenos Aires. Y, otra vez, como atravesando la historia argentina, aparece la relación entre Buenos Aires y el resto del país. Yo creo que para todo escritor que surge del interior, en algún momento de su creación, se encontrará con el dilema de ubicar sus historias, y allí surgirá, creo yo, un problema de naturaleza política.

Por lo tanto, sobre esa geografía común, se levanta una indagación sobre las subjetividades construidas por un país distinto al país en el que escribieron Conti y Briante. La desaparición de Conti, es una muestra de la desaparición de aquel país.

 

¿CÓMO CONSTRUÍS A TUS PERSONAJES?

Hay algo que tengo claro: a mí la literatura me llegó antes de que me llegara la literatura. Me explico: empecé a leer literatura – empecé a “buscar” literatura y autores, que es la única manera de estar en la literatura, explorando – después de los veinte años, antes no leía demasiado, no me interesaba por el cúmulo literario alojado en los libros; pero había un ejercicio: creo que el gusto por las narraciones y la ejercitación de la observación, fueron dos elementos literarios que traigo desde chico, antes, incluso, de leer literatura. Por lo tanto, la construcción de personajes, resulta de la observación, de aguzar el oído, de estar al acecho, como un cazador, con los sentidos trabajando todo el tiempo: pero eso no es algo que uno se lo proponga, la curiosidad por la observación, digamos, el estado de  acecho de los sentidos, va más allá de un estado de conciencia; por eso algo hay de máquina literaria funcionando detrás de la máscara consciente que es uno; y desde aquella zona oscura, inconsciente, se puede explicar por qué saltan, de pronto, en el momento de la escritura el aparato literario, latente: hay cuentos de este libro que fueron escritos de un tirón, en dos o tres horas. Y la única manera de explicar la irrupción de estas historias, es la manifestación de esa maquina literaria aletargada, latente, que está trabajando todo el tiempo. Pero también la maquina debe estar alimentada, por el trabajo, y por cierto orden en el trabajo. Lo único que puedo decir de los personajes es que nunca les puedo ver las caras.

 

¿CUÁL ES LA DINÁMICA DE TRABAJO?

Soy muy desordenado, muy caótico para escribir. Escribo cuando esa maquina latente, necesita manifestarse. Me gusta escribir de noche, y a oscuras.

 

¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE LA LITERATURA  Y TU CARRERA, SOCIOLOGÍA?

Estudie sociología para entrar más en la literatura. No quería tener exámenes de literatura. Más bien, prefería construir un espacio de pleno placer y goce: espacio de lectura y de escritura, sin rendirle explicaciones a nadie, con plena libertad, y armando, así, a mi pleno antojo, una biblioteca, una línea narrativa con la cual me identifico, y con la cual pretendo dialogar.
La teoría sociológica me amplió las fronteras del mundo, y me enriqueció muchísimo. Pero, supongo, en el fondo, lo que sigue prevaleciendo, en mi gusto por la historia o por las teorías sociales o filosóficas es el gusto por la narración

 

 

        

 

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